En esta ocasión estuve especialmente emocionado, y es que
fue mi primera salida en grupo, ya saben, cuidar la formación, mantener
distancia, viajar a la misma velocidad del grupo, varios aspectos a los que no
estaba acostumbrado, y lo más importante, ir acompañado, y así ocurrió…
Suena el despertador, son las seis de la mañana, de un salto
me levanto (no es cierto, rodé como un Oso Panda), y al baño, una buena ducha
para despertar. Ahora sí, el ritual de la indumentaria, - mientras me visto una
rola en mi mente… “Born to be wild” no se ¿porque?- botas, pantalón cómodo, playera,
chamarra, lentes para el sol, limpiar visor del casco, guantes, pañoleta de
calavera con llamas (básica, jaja), herramienta, cámara con suficiente carga
(celular) algo falta….., ¡ha sí! Un café bien cargado; listo.
Quedé de encontrarme con mi amigo José Manuel en una
gasolinera ubicada en el kilómetro 2.5 de la carretera Villahermosa – Nacajuca,
llego al punto de encuentro y ahí está muy puntual y más que listo para
emprender el viaje.
Aprovecho a llenar el tanque de combustible de mi
motocicleta y listo, seguimos adelante. Aquí quiero aprovechar y hacer un
paréntesis para saludar a los amigos de “esa” gasolinera, que le metieron cinco
litros de más de la capacidad del tanque de combustible de mi moto, son unos
magos en verdad.
Recorrimos unos kilómetros más sobre la carretera y nos detenemos
en Lomitas, ahí nos reuniremos con los otros compañeros que invitó José Manuel.
Nos detenemos en el punto indicado, y tras un par de minutos aparecen entre la neblina de la mañana
saliendo de una leve curva del camino nuestros otros tres compañeros, imaginen
la escena, el sonido de los motores se escucha fuerte y claro porque no hay
nadie más circulando a esa hora, salvo nosotros. Fue de película, no exagero.
En ese momento confirmé, esto será fantástico.
Vienen las presentaciones, que tal, mucho gusto, bla bla
bla, y la gente lo que quiere es rodar, así que sale a relucir que hay carreras
de lanchas en Puerto Ceiba, el plan original era ir a Paraíso, pero la opinión general es ¡vamos hacia allá!, el
trayecto normal es de 80 km, por la autopista, pero decidimos hacer algo más
original, digo, ¿quién quiere un aburrido camino de rectas y rectas en una moto?;
así que decidimos viajar por el camino antiguo, y convertimos nuestro recorrido
en unos 90 kms de caminos de pintoresco paisaje y carreteras angostas y
curveadas. A esa hora de la mañana, el paisaje es de postal, no hay igual.
Después de varios poblados (y unos 50 topes), llegamos a
nuestro destino, llegamos muy temprano, las carreras inician en al menos 3
horas, así que aprovechando que el estómago
reclama lo suyo, buscamos un lugar para desayunar; localizamos un lugarcillo
perfecto, la “Palapa Las Florecitas”, con empanadas muy buenas, y un trato muy
amable de su propietaria, se los recomiendo cuando pasen y quieran comer bien
sin gastar mucho.
Cuando la estás pasando bien el tiempo vuela, y entre
carcajadas y plática amena nos damos cuenta de que es hora de ir a las
carreras. Nos ensillamos nuevamente y nos dirigimos hacia “el lugar”. Accesamos
previo pago de módica cuota y nos indican un lugar para estacionar nuestros
corceles. Todo listo, a disfrutar la carrera. Vemos como se preparan los
pilotos y a sus veloces maquinas que literalmente “vuelan” sobre el agua. En
verdad es un excelente espectáculo que hasta donde vimos trascendió sin
sobresalto alguno. Bueno, si hubo un poco de perturbación entre la multitud,
pero fue porque aparecieron las edecanes a alegrar la pupila del honorable
público (menos de las esposas de los caballeros que hacían como que no veían
nada). Y fuimos a tomarnos la respectiva foto, inevitable (también tendré mis
problemas).
Llega la hora y debemos emprender el viaje de retorno, José
Manuel, Carlos, Yasberth, Michael Jackson (se lo ganó por perder un guante), y
yo, tomamos la misma ruta, mismo entusiasmo, mismo goce, un poco cansados y con
$1,000 menos que perdió nuestro compañero Carlos, pero contentos, no cabe duda.
Próxima salida…., a Ciudad del Carmen, Campeche, al menos ese es el plan.
Debo decirlo con toda honestidad, me divertí como enano y
espero que la experiencia se repita todas las veces que sea posible, mis
compañeros de rodada resultaron ser aparte de muy buenos conductores,
excelentes personas, alegres y sobre todo confiables, a quienes les agradezco
el haber acudido al llamado de este humilde motequero.